El diablito que le sonríe a las muxes
La historia de mi hogar es singular, fue habitada por refugiados judíos y musulmanes que pintaron todo de color añil para hacer referencia al cielo, a la libertad, al lugar de Dios.
Vivo en la ciudad azul, la perla del norte, está compuesta por callejones estrechos, escalinatas irregulares y casas celestes decoradas con flores de colores.
Estaba prohibida la entrada a los extranjeros, hasta que un día las tropas españolas irrumpieron, y llegaron personas de todo el mundo. Mi familia es de origen judío sefardí, de costumbres cerradas, por eso nos prohibían hablar con ellos, afirmaban que ensombrecían lo que tocaban.
Íbamos a la medina a lanzar nuestras plegarias, saliendo me gustaba pasar a través del arco, sobre la calle principal que cruza la ciudad de oeste a este. Los turistas a menudo se perdían en las laberínticas calles de la medina, pero también podían descubrir la Gran Mezquita, o la plaza Uta el-Hamman. En verano el azul se fusionaba con el verde y marrón, en invierno lucía como una ciudad congelada bajo el mar.
Los días festivos en la cascada de Ras al Ma eran maravillosos, nuestra familia, así como otros marroquíes llegaban a refrescarse a las pozas, yo solo podía mojar los pies, estaba enferma, soñaba con quitarme la ropa y nadar con las otras niñas. Al caer la tarde salíamos y venía la mejor parte, al llegar a casa íbamos directo a la cocina para ayudar a mi abuela a preparar el tajine, el cous-cous, y la carne a las brasas. Al servir la comida los colores de las tazas resplandecían, el aroma del té verde a la menta perfumaba todo.
Mi tío Jamal era comerciante, viajaba por el mundo en busca de mercancías diferentes, escuchábamos las historias increíbles que nos contaba; hasta que regresó de la que sería su última travesía, se presentó como de costumbre cargado de regalos, después de distribuirlos y de haber sido recibido como un príncipe, hubo algo diferente, la puerta estaba abierta, hizo una seña y entró a la casa una mujer, Jamal dijo que era su prometida. La familia se quedó inmóvil, la abuela preguntó en un tono solemne e impenetrable.
— ¿Cómo te atreviste? —. Mientras la ira le rejuvenecía, nadie hablaba; el cuerpo pequeño de la mujer presumía un vestido negro, bordado con flores naranjas y hojas verdes, le colgaban aretes dorados que parecían romper sus lóbulos, el cabello adornado con flores y listones, maquillada perfectamente. Mi abuela continuó sin cambiar su tono de voz — ¿Un hombre? —.
No— respondió mi tío —Una muxe—.
Ella comenzó a hablar con un tono de voz varonil que intentaba suavizar
-Me llamo María…- No terminó de pronunciar palabra alguna cuando mis hermanos mayores Naim y Nassim se lanzaron a golpes, entre jaloneos y patadas sacaron de la casa a los recién llegados, la pareja terminó afuera con un par de puñetazos y rasguños; madre cubrió mi rostro con un velo para que los pecados de mi tío no llenaran mis ojos y mi alma, abuela maldecía a los extranjeros, gritaba por su hijo, se acusaba a sí misma de no haber orado lo suficiente.
Ya en la calle, tras escuchar cómo azotaban la puerta a sus espaldas, se levantaron, María lloraba en silencio, le carcomía la vergüenza y la humillación, Jamal la abrazó, ella se perdió en su pecho, empezaron a caminar, él hacía muecas graciosas y una voz chillona, lo que fuera con tal de que María sonriera, ella rompió un pedazo de su vestido, lo llevó a la boca, con saliva limpió la cara de Jamal, le dijo —Sigues siendo muy guapo — él contestó,
—Tú eres hermosa, somos tú y yo—, la tomó del brazo, y siguieron caminando, iluminaban con luz propia el azur de las paredes…
Al llegar al café de Al Jahi no les dejaron pasar, el dueño con un tono seco les dijo — Está prohibida la entrada a mujeres —María insistió, el rostro del dueño se deformó inmediatamente, levantó los puños en son de buscar pelea, pero Jamal al instante puso unas monedas en la entrada, —Discúlpala, es extranjera—, el hombre sofocó sus palabras y viendo que era más el monto que la ofensa, de mala gana les dio una mesa en el fondo.
Comieron, tomaron el té, se llenaron de promesas y planes, estaban en la cuidad azul, la ciudad del cielo donde no sólo tocas las nubes, caminas sobre ellas. Sin darse cuenta las horas se desvanecieron, al salir encontraron hospedaje en un pequeño hotel, María no podía fijar la vista en un punto, telas de colores descansando por doquier, espejos que eran testigos mudos de otras historias, cojines garigoleados que invitaban a reposar en ellos, se consideraba una princesa en el interior de esas paredes.
Al día siguiente Jamal se levantó para ir trabajar, dio un beso a María, ésta le pidió que no se tardara, ella se alistó decidida a explorar por su cuenta.
Yo regresaba del mercado cuando la vi, la muxe estaba enamorada de las telas, de repente como si tuviera un ojo en la espalda me volteó a ver, se acercó y agachándose apretó amorosamente mi nariz, yo no pude evitar acariciar las flores de su vestido, sentí lo bordados rozando las yemas de mis dedos, los adornos que traía en la cabeza la hacían lucir como una diosa, después de un rato le susurré — Jamal es mi tío — torpemente respondió
Eres mi sobrina— ahora tenía una tía.
Vagamos juntas por un rato, nuestra plática era una maraña de carcajadas casi todo era a señas, había cosas que no comprendíamos, pero se llenaban esos espacios con sonrisas, saqué de mi canasta dos pedazos de khobz y le ofrecí uno, por sus gestos supe que el pan le había gustado, deseaba preguntarle tantas cosas, en eso estaba, cuando vi que ya no había reflejos del sol en las ventanas, era tarde, le di un beso y me fui.
Muxe se quedó ahí soñando despierta, imaginando como sería su casa, poco importaba que fuera sencilla, ella la convertiría en un hogar, haría cortinas, bordaría manteles, pero eso sí, lo primero era decorar las sábanas y las fundas de la cama, ¡Sí estuviera aquí Amaranta! Todo sería más fácil, lanzó un largo suspiro y recordó un día que fueron a tomar café a la plaza del pueblo.
— Manita aquí eres alguien, eres costurera de las buenas, te respetan, ¿Qué tal si no regresas?
Hablas por hablar, no me imagino morir sola y arrugada entre rollos de tela y encaje.
Pero tú nunca vas a estar sola, hay mucha gente que te aprecia.
Bien lo has dicho Amaranta, me aprecian, pero no me aman.
Al llegar a casa percibí un olor extraño, estaban quemando las pertenencias y los regalos que mi tío había dejado el día anterior, ponían incienso para alejar los males, una bolsa tornasol se les había perdido de vista, sin pensarlo la tomé y me fui a mi cuarto, contenía un cuaderno y una figura muy extraña que parecía sólo existía en la imaginación de los malvados, estaba formada por animales diferentes, un ser alucinante. Tenía patas largas y pezuñas afiladas con muchos colores, alas azuladas como las paredes de mi ciudad salpicadas con puntos amarillos y verdes, cuernos retorcidos con líneas negras, una cola llena de escamas, cabeza pequeña con grandes colmillos.
Me desplomé en la cama, por inercia abrí la libreta y comencé a leer, noté que estaban practicando nuestro idioma, aunque la caligrafía era fea, se notaba que lo hacían con mucho empeño. El pequeño monstruo me observaba en silencio.
6 de abril
Tengo una razón de ser y existir, el santo Vicente Ferrer llevaba tres bolsas, una con semillas femeninas, otra con masculinas y en la última se mezclaban ambas, la tercera bolsa se rompió en Juchitán, por eso somos tantas muxes aquí. Nosotras no podemos casarnos, nacimos para quedarnosa cuidar a nuestros padres en la vejez.
10 de mayo
Estaba cumpliendo mis labores, preparaba lasfiestas tradicionales con ayuda de mis amigas, cada una somos buenas en lo que hacemos, yo confecciono vestidos de novia, ropa para bautizos y fiestas de quince años, todo esto es mi mundo, siempre que hago un vestido de novia me pregunto ¿Cuándo haré el mío?
Ese día llegaron los artesanos, me felicitaron por haber organizado la mejor de las fiestas patronales, en agradecimiento me dieron un alebrije, esas criaturas son como nosotras, pedazos de una cosa y otra, iba camino a casa cuando me topé con un hombre, nos quedamos mirando un momento, por su facha supe de inmediato que era extranjero, bajó la vista y la posó en mi regalo, me sonrió, sin saber cómo empezamos a charlar, una cascada de fuegos artificiales iluminaba mi interior.
Recuerdo que me preguntó sobre aquel objeto y le empecé a contar la historia del alebrije, me sentía nerviosa ante la fuerza de sus ojos, sus cejas pobladas, era un hechizo para cualquiera; me dijo que se llamaba Jamal, hablaba español con dificultad, como un niño pequeño, eso me enterneció. Anduvimos juntos en todas las fiestas, él se asombraba de nuestras costumbres y tradiciones, una noche, después de misa me confesó lo que sentía por mí, me describió como un regalo de su Dios, decía que yo era tan perfecta que no era suficiente un cuerpo contener tanta bondad y belleza.
Julio 25
Han pasado dos meses y ese hombre no sale de mi cama, la gente me dice que no me emocione, yo no puedo casarme, y él, quién sabe la madre que lo parió; Jamal quiere que me case con él, me ha prometido que me llevará a su tierra; le he recordado que jamás tendremos hijos, y me ha dicho que le bastan sus sobrinos; en momentos dudo de todo, pero eso se dispersa cuando hacemos el amor, él acaricia cada centímetro de mi cuerpo, por primera vez desearía tanto tener el sello de las mujeres, cuando se lo digo mueve negativamente la cabeza dejándome ver sus dientes. Abre mis piernas y desliza sus manos en busca de placer, aunque no hay palabras sé que él me desea, presiona mi intimidad haciéndome sentir espasmos, después, me voltea y siento la fuerza del hombre, su aliento en la nuca, entrelazamos nuestras manos, sentimos como se mezcla el sudor de los cuerpos, se levanta en silencio, toma mi cara, compartimos miradas furtivas como la primera vez, el universo de su ser se pierde en mi boca, y disfruto de la mejor de las melodías, sus gemidos, todo es perfecto.
12 agosto
Cada que veo el alebrije no puedo evitar darle las gracias y rezarle como a un santo, Jamal me confesó que jamás me hubiera hablado de otra manera, dice que impongo mucho, —¿qué le puedes decir a una diosa? — decía— por eso decidí cerrar los ojos y buscar mi camino.
Terminé de leer y no sabía qué hacer, tenía miedo de confesar mi culpa, fui con madre y la abuela, me dieron una paliza por meterme en los asuntos del pecado, leyeron todo, se dieron cuenta que ese pequeño diablo colorido era el responsable de la vergüenza y deshonra de mi familia, mi abuela pidió un rato de reposo, se quedó dormida, sollozaba, se movía, su respiración era entrecortada, mamá dijo que no la despertáramos porque podría estar en el mundo de los espíritus, repentinamente se levantó, sus ojos estaban desorbitados, cuando logro gobernar sus ideas nos contó su pesadilla, iba caminando rumbo a la medina, todo se veía seco, árido, lúgubre, de las sombras surgió una neblina, podía ver su aliento congelándose en el aire, se recargó en un árbol seco, sintiendo cómo respiraba la tierra, de repente un gritó interior recorrió su cuerpo, asustada vio cómo germinaban animales extraños, una estampida de seres horribles compuestos por diferentes partes de animales, la observaban, la acechaban con una mirada demoniaca, deseaban devorar su carne, deseaban quemar su cuerpo, deseaban arrancar su piel, ella sabía que no iban a tocar sus ojos para que pudiera ver su cuerpo desollado, querían comer. Un silencio marcó el final de la historia, sintieron el peso del mundo en sus hombros, demasiado para dos mujeres, necesitaban auxilio, organizaron una junta, rápidamente amigos y familiares ya estaban en la medina, hablaron de cómo el tío había se había perdido, mi abuela narró su pesadilla, después de cada palabra el miedo erizaba el alma de los presentes, llegaron a la conclusión de dormir al alebrije, pero primero debían alimentarlo, cogieron palos y hachas, recorrieron como perros de caza la ciudad entera en busca de los pecadores.
No me dejaron salir, pero años después mis hermanos me contaron con orgullo lo que había sucedido, al saber dónde se quedaban irrumpieron con gritos y amenazas. El encargado del hotel les entregó la llave sin pensarlo e indicó el número de la habitación, la multitud invadió el lugar, otros huéspedes se asomaban asustados, los amantes fueron los últimos en enterarse, pues estaban disfrutando en el país de los sentidos, abrieron eufóricos la puerta, la escena los petrificó, María, con el vestido hasta la cintura, inclinada como una orante rindiendo culto entre las piernas de Jamal, él recostado exhibiendo toda su masculinidad sujetando con fuerza el cabello de su mujer, todo sucedió tan rápido que no comprendían lo que pasaba, sacaron a María, mi tío trató de defenderla pero no paraban de golpearlo, docenas de manos jalaban a la muxe, una lluvia de dolor bañaba su cuerpo, su vestido negro con flores naranjas se iba desgarrando, pues la arrastraban por las calles empedradas, el maquillaje escurría derritiendo su rostro, las plegarías se deslizaban por su piel, a lo lejos veía a Jamal, gritaba pidiendo clemencia, estaba desesperada, muxe ya no sentía las piernas por tantos azotes, sus huesos crujían como cristales al caer, intentaba mover los dedos pero estos no respondían, le aventaron leños y ramas, le maldecían, escupían por todas partes, y entonces, encendieron la hoguera, el ardor de su cuerpo no era tanto como el de su alma, gritaba sofocando el llanto, se revolcaba si poder correr, sus pensamientos se desprendían como pétalos al viento, el hogar que jamás llegaría, el servir la cena a su esposo, el decorar su casa con flores; las cenizas se elevaban con los alaridos, ya no era María, era dolor cubierto de piel, Jamal aullaba como un animal salvaje tratando de rescatar al amor de su vida, deseaba matarlos, destruir su propia tierra; los cobardes le amarraron, levantaron su cabeza para que fuera el principal testigo de su absolución, gemidos de locura taladraban la mente de Jamal, inmóvil, indefenso, muerto en vida; María se calcinaba, la agonía no era de este mundo, cual Ícaro se acercó tanto al cielo que se fundieron sus alas y sus sueños. Llegó el silencio después del calvario, los presentes habían recuperado el alma de Jamal, nadie se retiró hasta el amanecer, embriagados de frenesí contemplaban el contraste que hacían las chispas que escapaban del fuego con el azul de las paredes de la plaza, cuentan que fue una noche muy larga.
En la casa de Abduel hay un cuarto especial, la puerta está custodiada con figuras geométricas doradas, para entrar tienes que llevar amuletos y no hacer ruido, adentro hay un altar, en la cima está el diablito, las personas se turnan para que siempre halla alguien cantando, arrullando al alebrije, lo que sea con tal de no dejar solo al pequeño demonio que trajeron de tierras lejanas, nadie quiere que despierte.
Mi tío curó su alma, pero no la razón, ahora vive en las calles y le damos de comer las sobras, siempre está preguntando por su María.
Al verme al espejo me gobierna el miedo, suplico que no despierte otra vez el alebrije, sé que vendrá a buscarme, soy la niña de esta casa que nació siendo varón… querida tía María descansen en paz tus sueños y los míos en el diablito que le sonríe a las muxes.
Mtra. Wendy Kristal Ayala Gallegos. Lic. En pedagogía, Lic. En educación de la cultura y las artes.
Maestria en educación.
Actualmemte cursando doctorado en desarrollo humano.
Egresada de la SOGEM.