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Semejantes

Dibujé mi rostro en la arena
e intenté delinear las
marcas del crepúsculo en mis ojos.
“A veces miras como un
venadito de agua”, dijiste al verme.
Esa máscara es únicamente un delirio.
Los pescadores entran, su destino
es tan nublado como los ladridos.
Mis semejantes, los de rostro moreno,
vagan descalzos por el aire.
Nadie puede verlos.



Derrumbe
Cuando la casa se derrumbó nadie habitaba en ella.
A pesar de ello todos morimos dentro.
A partir de ese momento todos sufrimos un cambio inesperado.
En mí se trató de no poder escribir oraciones largas.
Los otros padecieron consecuencias igual de extrañas.
Entre los padecimientos más comunes se encontró la mitomanía.
De pronto los otros comenzaron a inventarse otras vidas.
Vidas que a su vez recordaban la muerte interior de los otros.
En el momento que la casa se derrumbó todos advertimos un olor.
Era el olor de la muerte que se confunde con el adobe mojado.
Era el olor de la sorpresa que tiene el crujir de las tejas humedecidas.
Ese olor fue cegador.
Y los ciegos tardan en aprender a volver a mirar.
Nos pasó a todos.
Creímos que nosotros éramos la casa y en verdad era al revés.
Ahora, mientras intento recordar veo solo escombros.
Las casas nunca se derrumban en silencio.
Mueren como animales heridos.
A nuestra casa la hirió un sismo y no pudo soportarlo.



Operadora

Si usted desea un poema para recuperar la memoria,
marque uno y espere en la línea.

Si desea un poema rabioso, con restos de comida
pasada y pizza fría, marque seis y sostenga un vaso.

Si desea un poema para quitarse las bragas,
quíteselas y espere en la línea.

Si busca un poema para recuperar el sexo
sediento de un cuerpo fugitivo, marque
69 y consiga un poco de agua bendita.


Marque cero si ocupa un poema para olvidar
y párese de cabeza hasta que llegue una operadora.

Si necesita un poema para convencerse a sí mismo,
hierva agua y espere a que surja la palabra: Shibolet.

Si usted es un lector crítico, un lector inteligente y ha
leído a Whitman, Elliot u Homero, oprima todas
las teclas y espere su turno.

Por el contrario, si busca un poema romántico y de
esperanza, cuelgue, vuelva a marcar y presione
el número tres.

Si es de esa raza extinta que busca los poemas
filosóficos, dibuje una sección aurea con números
imaginarios y espere en la línea.

Puede ser, cabe la posibilidad, que usted sólo
quiera un poema, un simple poema cotidiano
y sin órbitas o significados aparentes, de ser así,
hable, hable, hasta que nuestras operadoras
respondan que ha quedado vacío de palabra.






Placer en el roce
Los lectores van a recodar
este texto por su evidente
deficiencia.
Al intentar explicar el
contenido caerán en 
la frustración de quien
no encuentra nada.
¿y cuál es la calidad literaria?
La de no hablar de nada
y acabar tan pronto como
los eyaculadores del metro,
que buscan placer en el roce.




Tonada
Entre la niebla cantabas una canción:
era esa tonada que repetían los
verdugos antes de alcanzarnos.
Nuestro miedo se detenía entonces
como viéndose en un espejo.
Éramos nosotros los huéspedes 
de un presentimiento tardío,
habitantes de una casa sin salidas.




Eduardo Ismael (Tequisistlán, Oaxaca, 1986). Estudió Literatura Iberoamericana en la Universidad del Claustro de Sor Juana. Ha publicado cuentos y poemas en periódicos locales. Su obra poética se encuentra en la Cartografía de escritores oaxaqueños II (2012). Es autor de Trashumante (2017), Godzilla Milénico (2018) y Cuentos (2019).

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