Apuntes sobre la vida y obra de Sam Gutiérrez
Sustrato divino
Por: Alonso Aguilar Orihuela
El barro, sustancia pretérita, materia primigenia, sustrato divino, es el elemento sobre el cual Sam Gutiérrez (Santo Domingo Tehuantepec, 1988) ha decidido volcar su creatividad, apegado a la naturaleza que lo circunda y a las historias que su abuela le contaba cuando era niño.
Dotado con habilidades natas para el dibujo y el moldeado, a los 23 años Sam emigró hacia la capital del estado e ingresó a trabajar al ahora extinto Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (MACO), siendo director del recinto el historiador del arte y curador Jorge Contreras. Ahí, el joven aprendió más sobre distintos oficios plásticos, conoció la obra de Francis Bacon, pasó tardes leyendo en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO) y se adentró en la comunidad artística local.
Un par de años le bastaron para que, a su regreso a Tehuantepec, Sam impulsara la creación de un espacio cultural llamado La Reliquia. Desde aquel tiempo (2012) es notoria la preocupación del artista sobre el medio ambiente y su vínculo con las artes y la gestión cultural comunitaria. Así, desde hace quince años, a decir de él mismo, se dedica formalmente al arte: pintura al óleo, acrílico y, sobre todo, cerámica de baja temperatura con el barro que su tierra natal le provee. Durante este tiempo ha aprendido, casi de manera autodidacta, a partir de fracasos y aciertos, que entre el barro y el fuego existe una complicidad ancestral que revela sus secretos sólo a partir de la dedicación y el tiempo, el tercer aliado en la fórmula divina. Así, Sam se ha dedicado a procurar lo que sus manos creadoras le sugieren, complementando su proceso con la detenida observación de la naturaleza que tanto admira.
Dentro de la fauna habitual en el trabajo pictórico y cerámico de Sam Gutiérrez podemos encontrar sapos, elefantes, cocodrilos e iguanas, animal que le gusta recrear como un símbolo de su comunidad. En sus cuadros y figuras de barro se puede notar la dedicación del joven artista y el anhelo por reproducir la naturaleza tal como es, al modo mimético que señalaban los griegos. Esta equiparación se acompaña de un orgullo por el terruño traducida, también, en una comprometida y noble labor social. Preocupado por la protección del ecosistema y la difusión del arte, hace tres años fundó el taller de cerámica Guchachi, que ha atendido a cientos de niños de su comunidad, en su deseo por incentivar el arte de una manera lúdica.
Es esta labor social y dos de sus obras que tienden hacia la instalación, las que han llamado mi atención en la trayectoria de este artista. La primera, una escultura monumental de casi catorce metros de largo, de una iguana, localizada en Tehuantepec, hecha en concreto, de manera comunitaria, y que refleja su vocación social.
La segunda, más importante en términos estéticos y simbólicos, fue la reutilización de varias tejas de las casas derrumbadas por el terremoto de 2017, para adosar a ellas la figura de una iguana en distintas posturas. Estas esculturas fueron montadas sobre los tejados de algunas casas del Centro Histórico de Santo Domingo Tehuantepec. Este aspecto coloca esta obra de Sam Gutiérrez totalmente dentro del espectro de la instalación. De una manera intuitiva, el artista revalora la arquitectura vernácula y utiliza un animal simbólico para representar, a su vez, el resurgimiento no sólo de una ciudad sino de un pueblo, el zapoteco, que se levantó después del siniestro. Las iguanas en las techumbres, contemplando el tiempo, siendo un pequeño gran monumento a la resiliencia.
El futuro para Sam Gutiérrez es la prolongación de sus acciones presentes: quiere desarrollar más el taller que fundó, Guchachi, para dar cabida a más niños, y seguir aprendiendo en el basto mundo de la cerámica; además, está creando un movimiento artístico-comunitario con otros artistas de Tehuantepec, llamado Celosa, como el nombre de un vals popular en aquella región. El grupo tiene el objetivo de crear una galería local y difundir el trabajo de los miembros del colectivo a nivel estatal y nacional.
El camino aún es largo, Sam lo sabe y lo acomete con dedicación, compromiso y ánimo, comprendiendo cada vez más esa materia originaria con que los dioses nos han creado. Los invito a conocer la obra de este joven ceramista.