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Domadora de monstruos

(A Sylvia Plath)
 
I
Una niña recorta muñequitas de papel
canta, corre, juega
mira en lo profundo de la fuente
atrapa metáforas cándidas
avisora la piel de las estrellas
¡cuán leve es el azúcar de la infancia!
 
 
¡Papá, papá despierta!
¡papá te espera un caballito del diablo!
las plumas desatadas  de una almohada
vuelan ajenas al limbo de herrumbre
el aroma de la vida pasa sutil
¿cómo se regresa del abismo paterno?
 
 
II
 
 
Los susurros galopan acantilados aceitosos
dizque para evitar el plenilunio
tac, tac, tac la maquinilla Royal marcha
verbos monosílabos talonean hendiduras esdrújulas
la noche no se duerme
el poema huele a lirio moribundo.
 
 
Un coloso hambriento habita a esta muchacha
le sorbe el líquido raquídeo con su lengua de lija
le golpea la cuenca de los ojos
no se aplaca con electro-convulsiones
delira  intimidades grotescas, masacres
la poesía regresa, la poesía es un templo.
 
III
 
 
La joven poeta enamorada del poeta inglés
el poeta inglés enamorado del poeta inglés
el embudo de las posibilidades invertido
las ilusiones sociales entrampan
presagian cicatrices
 
 
 
Zumbido de abejas saludan
en la casita de campo al sur de Londres
ella trabaja, cocina, escribe, cuida a los niños
él escribe y hace que ella lea, revise y edite
Sylvia el factor común de todas las ecuaciones
Ted el resultado único.
 
iv
 
Cuidar monstruos resulta complicado
ella torea, sondea el amor
sus rodillas supuran zumo de sandía
se refugia en la campana de cristal
inhala coágulos del miel.
 
El titán tuerto elige su camino
hace frío en Londres, los niños duermen
encontrarán leche, pan y mantequilla junto a la cama
y silencio de una madre que duerme en Tartaros.
 
 


Narciso sin eco 

Calurosa es la mañana 
y su espanto de mosquitos inefables
Narciso llega a apartar los lotos
adolece el estanque de carpas cantoras 
que hagan eco.

Curvilíneo deseo sostiene la soberbia 
majadero poder el del aplauso
compra doncellas, adereza temores
perpetua los meses mangoneros
por su libérrima voluntad. 

La noche tiende sus sábanas
sin ninfas ni peces 
Narciso sospecha
sopesa su frágil presencia 
pretende un órgano que sienta.
La laparotomia revela un espejo sin azogue.




Guardar palabras

El silencio yace complacido
se ha tragado todas las palabras 
quiera Dios, no lo despierten.

Disfrutemos esta certeza incuestionable 
cuando se nombran las cosas
comienzan los problemas.





El monstruo
 
Ayer fue hace dos días
mañana es una llaga en el calendario
 
me alelo ante cardúmenes que pasan
un pececillo escurridizo rompre el embeleso
me atemoriza con algoritmos y metaverso
me señala mi rezago en la pelea
me advierte que saque el arpón
que monstruos marinos acechan
 
pospongo la contemplación
solícita y sumisa, me trepo en la ola agorera,  
cerceno cabezas, chuzo corazones
recibo coletazos y mordiscos, me canso
¿de cuántos  engendros consta mi cuota?
en duermevela espero, la  bajamar no llega
 
frágil es la membrana de la tarde
se deshila ante el canto de gaviotas victoriosas
anhelo encontrar la playa de  este vórtice
salir indemne, regresar a casa
 
 
despierto con arena entre los dientes
quisiera ser otra persona, inalterable
alejada del mundo y sus ilícitos afanes
sin presunción ni gloria
 
ahora que todo parecía sereno
me asalta un retortijón
vomito un tentáculo, otro me brota por una oreja
me los empujo, se adentran a carcajadas,
caprichosos salen por otros huecos
yo que desmembré esperpentos sin ambages
he de vivir con uno
que ha violado todas mis compuertas.







Alepo

(al Dr. Al Khatib que se ha quedado a trabajar en Alepo)  

Antes, era Alepo 
una historia grabada en tabletas cuneiformes,
después, Aram Tzova, la Ruta de la Seda, Antioquía
Salahadín y sus alarbes, una iglesia  otomana de nácar,
el ajedrez de los franceses.

Hacían eco los baqashots de la Gran Sinagoga,
doblaban campanas en las iglesias,
desde los alminares invitaban a las mezquitas.
 Al-Madina Souq era la fiesta de todos.
Soplaba un aroma de aceitunas y pistachos.

Ahora,  es Alepo
una muralla rota con nueve puertas rotas
que conducen a una fosa,  
un aguacero incesante de plomo, 
la gente cae como  los  damascos maduros, ayer.

Desde hace días, duermen en el mismo lecho
una madre con los ojos abiertos,
un niño con sus botas puestas ,
y un padre con el indice descansando en el gatillo de un fusil.
Otros se escurren como murciélago nocturnos.









Sofía Estévez

Poeta, escritora, docente. Ha publicado el poemario Los abrojos del bien, varios de sus poemas aparecen en las antologías Voces en la Madrugada, Sin Tapabocas, Memorias de una Pandemia, Mirada cultural en tiempo de pandemia, también ha publicado algunos cuentos  en Mirando al Sur, antología desde el exilio. Ha presentado su obra en festivales y programas en EE.UU, México, El Salvador y Rep. Dominicana.  Forma parte del colectivo literario Alta Hora de La Noche y del Taller de Narrativa de Virginia. Nació en Santo Domingo, Rep. Dominicana. Estudió licenciatura en Estudios Internacionales y maestría en Lenguas Extranjeras en la Universidad George Mason, en Fairfax, Virginia.

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