Table of Contents

Poemas de Johnny Barbieri

AMÉRICA MARÍA / de cómo se amaba a la mujer como al universo mismo

                a Carmen Lizama

mi mujer se llama María, se llama luna, se llama siega en el campo

al atardecer.

se llama lluvia en el terral baldío, flama de leña que cuece los adobes,

río que serpea hacia las caudalosas aguas del Amazonas. se llama roble roto,

roca ígnea, nido de colmillos de caimanes.

mi mujer se llama María, se llama sol, se llama pared de granito que acaba

de caer.

se llama golondrina, se llama cántaro de agua, agua de garúa, tromba de enero, granizo de la Patagonia. se llama polen, mariposa iridiscente,

manos arqueadas por los años.

mi mujer se llama María, se llama mar, se llama tormenta mar adentro,

cardúmenes coleteando en la playa, barca encallada en la arena, albatros

volando en un vuelo eterno. 

se llama crisálida, niebla densa, arroyo recién nacido, eco que repiquetea

en la montaña, luz chispeante, recodo hecho con mis manos.

mi mujer se llama María, se llama tierra, se llama volcán, se llama América

donde se inicia el orbe, fosa bajo el nevado, pastizal que siempre retoña, ubre para el nacido.

se llama cantera pulida, manto paracas, fruto que brota de la tierra, hoja de coca chacchada. se llama puna, andenería, serpiente tallada en la piedra,

helada que estremece en el altiplano.

mi mujer se llama María, se llama luna, se llama sol, se llama mar, se llama tierra, se llama América que crece y se ramifica al mundo.

I / Carlos Oquendo de Amat en metros

Hay un árbol de 5 metros con ventanas mirando al mar.

Un árbol que crece a perpetuidad 5 veces a lo largo del día,

con esa seguridad de ser el árbol más bello del mundo.

Bajo el sol su pulsación se acrecienta como

un tambor de guerra anunciando el inicio del fin,

acaso el árbol crece 5 metros para el frente,

acaso los pájaros vuelan aterrados de no volar un metro más.

Solo las ventanas permanecen abiertas para que los pájaros

entren o salgan,

solo los caminos permanecen a la deriva llenos de pasos

que no volverán a sus inicios.

Son los pasos muertos, los de la ausencia, los de la huida.

El sol crece en abril,

sus afilados caninos nos hieren,

el día ha nacido entorno a las ventanas desclavadas,

a los vuelos inabarcables.

5 metros de pájaro,

5 metros de árbol,

5 metros de lluvia,

cómo crece abril 5 metros a la derecha,

5 metros de estética perturbación.

Solo existen los botones para abrirlas y extraer tu corazón,

solo existen los cencerros que nos guían para no extraviarnos

en esta ciudad llena de incisiones.

La calle enumerada donde andamos siempre a la deriva.

Solo existe 5 metros de esta acera de innumerables pasos,

solo hay 5 metros de poemas que representan

todos los poemas del mundo.

VIII/ Un pájaro se rebalsa

Animal hecho de versos amarillos

J.E. Eielson

Un pájaro se rebalsa.

Un pájaro salido de tus ojos

se rebalsa en su vuelo.

Es jueves y hay aún trayectorias por recorrer,

tierra firme por andar.

El retorno del pájaro tiene que ser una tromba,

tiene que ser un caballo en brasas galopando

a su nacimiento.

En la casa de Eielson se hacen pájaros,

pájaros que se llaman Juan, que se llaman Pedro,

pájaros de hulla, pájaros de tren a vapor,

pájaros salidos del manicomio.

El universo es un pájaro.

El poema en forma de pájaro ha alzado vuelo,

surca sobre los navíos como albatros,

ahora nos muerde la mano,

ahora nos come el corazón.

Las palabras se despliegan batiendo sus alas.

Es la creatura nacida para volar.

La forma se rebalsa.

El pájaro no tiene forma,

tiene vuelo exacto,

tiene colmillos,

tiene hoguera hecho de plumas,

tiene la mirada abismal para alcanzar

las profundidades del vuelo.

Es canción anudada al cuello.

Es fragua desatada incendiándolo todo.

Es libertad, es palabra, es poesía.

I / Av 28 de Julio

Hay una ventana que se abre en 28.

Una ventana alargada de banderines que mamá

ha colgado desde ayer.

Hay globos blancos y rojos urdidos a mano

y un rollo de serpentinas trenzadas al azar. 

Mi madre husmea por la ventana,

sus negros cabellos en eterno soplo han envejecido,

su collar de perlas de fantasía ha envejecido en el joyero,

mis ojos la ven venir del pasado,

sus manos apolilladas me acarician.

El asta podrida alza una bandera peruana

de trapos siempre pobres.

Es 28 y hay caballos alrededor.

Es 28 y hay fuegos artificiales,

y la sobremesa sucia mientras todos vamos al centro

a ver el desfile,

y solo ha quedado la casa en su tristeza de julio.

La casa materna sin mamá.

La casa con su olor a flores.

Las rejas abiertas enmohecidas abandonadas hace años.

Un pudridero de fotos viejas,

paredes en blanco y negro

mientras afuera se escucha el himno nacional

y veo a mi madre pararse y saludar con la mano en el pecho,

pero sucede que las ventanas están cerradas desde abril

y el himno parece sangrar.

Trepo a mis recuerdos antes de correr las cortinas

y empezar silenciosamente a cantar.

VII/ Río Rímac

Pasas frente a mí

con tu ropa sucia y tu latita de limosnas,

te persiguen cuatro perros chuscos que ladran

porque no le gustas,

te circundan los pobres,

a tu ribera ellos edifican sus casitas de cartón

con columnas de palos de escoba,

y hacen sus bancas con ladrillos enmohecidos.

Desde el fondo un falso humo se levanta hasta las estrellas,

el aguardiente hace trizas,

la incertidumbre no deja de crecer.

Rehúso tintinear las monedas a tus orillas,

lanzarte piedras,

temo que trepen los gallinazos a tu columna vertebral

y te lastimen,

temo que te salgan astillas.

Hay un charco en tus ojos,

lodazales enloquecidos por ti.

Río que habla, río que masculla palabrotas

ante su paso,

vecino de enmudecidos incendios,

rastro suplicante,

cuenco donde fluyen los voceríos puño en alto,

cicatriz de Lima,

cómo me desangras a tu paso.

X/ Ciudad de los reyes

Hoy no estoy para nadie solo para la lluvia,

para los amarillos que se arremolinan en torno a un rayo de sol,

para la luna, hoy me estoy bañando para la luna

y me estoy poniendo el pantalón para los muros,

siempre hay muros en las calles cerrándonos el paso,

mordiéndonos las manos.

Hay un camino largo a mitad del día,

hay un perro que te ladra y otro que te huele,

hay cicatrices que han quedado esparcidas en el pasado.

Hoy no estoy para los martes solo para abril,

no estoy para el puñal que hace sangrar el corazón más tierno

y hace gotear lágrimas que tintinean sobre las piedras.

Hoy no estoy para nadie solo para la madera,

para el asno que carga al muerto que cayó en pos

de su libertad,

para la ebullición que cuece los alimentos de mañana,

para hacer nudos y que nadie pueda desatarlos,

para ir a comprar un pan y solo encuentre tristezas.

Hoy estoy para crecer otra vez hasta ser el hermano menor,

para saltar la verja y ver la carne viva,

andar bajo el sol por una vereda que se mueve,

mirar a través de los cuencos

esos espacios donde todo está por nacer,

para ese mar que al final es el universo cuando todo es soledad

y Lima es una estrella.

IV

Tal vez no alcance a ser pájaro,

solo sea la ventana huida,

aquella ventana con sus dos ojos prófugos,

y esa luz tenue, misteriosa.

Aquella ventana inconclusa hecha de indefensas miradas

que solo existen para mí.

Tal vez no alcance a ser las mil flores que crecen

en el jardín,

solo sea la mano nerviosa eternizada a un movimiento

imperecedero sobre el papel. 

Afuera no hay límites solo ruidos extraños que dejamos pasar.

Tal vez no alcance a ser la hoguera en invierno,

solo sea el paso que va sin destino,

el abrir y cerrar de ojos cuando sienta alguna presencia

en esa ventana que a ratos me hinca con su mirada,

o solo sea la otredad que huye,

la pesada mano que se aferra al filo de la vidriera

que se rompe.

(Vivía en el Hotel de Richelieu con Henriette Maisse. Al frente una jovencita lo miraba desde su ventana. A ella le impresionaba su figura exótica que parecía irradiar una luminosidad que nunca antes había visto. El ser predestinado, años más tarde, llegaría a ser su esposo.)

VI. El Sena lo es todo

El Sena contiene todos los ríos.

El Sena es dadaísta si lo ves desde el Pont Neuf 

125     comiendo un croissant por la mañana.

Todos dicen que es el Sena pero yo solo veo un árbol caído

donde anidan pájaros.

El Sena es una llamarada que trae humo en vez de agua.

Hay pequeños barcos perdidos y una torre de hierro

130     trenzada a su suerte que la vigila. Es su guardián.

El Sena es surrealista si lo ves desde la  Place Aragón

sentado en una de sus bancas bufando de frío.

La Isla Saint-Louis la contempla siempre con ojos

deslumbrados.

135     A su paso va dejando semillas que crecen llenos

de esplendor.

El Sena se mueve a pedal, al sonido de un tamborilero

que pide limosnas en la rue Saint Denis,

le ofrezco un libro de Prévert, me mira a los ojos

140     pensando que soy Prévert.

Extraño andar a su izquierda,

caminar a su lado bajo la lluvia rehusada

a mojarme.

Abro y cierro los ojos, el Sena es Celan

145     arrojándose del puente Mirabeaud

con sus bellos delirios.

El Sena acompaña al clochard que estira cartones

y duerme debajo de un puente a la buena de Dios.

Todos se estremecen ante el Sena.

150     Yo solo soy su desecho.

VIII. En el Louvre

Una perspectiva de volumen sobre una mesa medieval

es el Louvre.

180     Una acuarela con colores degradados y

un cuadro de Chagall es otro Louvre.

La pata de madera de un caballete viejo que sostiene

un óleo de kandinski y la mujer que la mira es el Louvre.

El seno desnudo de la Maja, la mesa con frutos frescos,

185     la copa de vino tinto que tomaré a orillas del Sena es el Louvre.

Un rayo de sol, una turista japonesa que me sonríe mientras

contemplo la Venus de Milo es un pedazo de Louvre.

Aquel viejo pintor en la Place du Tertre que me ofrece un óleo

barato es otro pedazo de Louvre.

190     Las gárgolas del Notre Dame que parecen acecharnos,

un Delacroix es otro Louvre.

La mesa que se mueve, los jarrones chinos, el marco dorado,

el policía de seguridad que me observa,

el Gauguín del Orsay es el Louvre.

195     Las bancas del Palais Royal con nombres de poetas,

la Isla San Luis y la plaza Aragón es un pequeño Louvre.

Yo observo el atardecer

con un libro de Reverdy en la mano

y con todas las ganas de beber un Château Margaux

200     para aplacar el frío

¿sería eso acaso otro Louvre?

El pájaro que vuela,

la rubia que se sienta a mi lado y que posee los mismos ojos

que la Gioconda,

205     la gente que me rodea,

la guía con su radio en la mano haciéndome señas

y ese tren que se va sin mí es el eterno Louvre.

Johnny Barbieri (Lima, Perú, 1966). Ganador del premio Nacional de Educación HORACIO 2003, el premio de poesía Taiwán 2011 y el premio Copé de oro de poesía 2019. Fundador del grupo poético Noble katerba (1990) y el grupo nihilista La Mano Anarka (1995). Estudió Lengua y Literatura en la Universidad Nacional Federico Villarreal y Sociología en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha participado en Encuentros Internacionales de Poesía en Perú, Chile, Cuba, México, Colombia, Argentina y Bolivia; así como en presentaciones personales en España, Francia e Italia.

Su obra comprende:

Branda (1993), El Libro azul (1996), MAKA (1999), Jugando a ser Dios (2000), Carne de mi carne (2002), La Virgen negra (2003), Libro Hindú (2005), Yo es otro (2007), La Edad de oro (2010, cuentos), Corazón de abril (2011), Pampa de perros (2012, novela), Rotos todos los cabos (2013, antología poética), Bandera de herejes (2015), El Cabaret verde (2016, cuentos), El Hijo rojo y otros cuentos (2018), Madre América (2020) Expediente Vallejo (2020) y Sol rupestre (2021).

Hizo una Maestría en Literatura Peruana y Latinoamericana en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

Comparte en redes sociales

Facebook
Twitter
WhatsApp

Te puede interesar

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *