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Poema 1

Entonces la vida cambia
aquel sendero pequeño se vuelve camino ancho, 
el árbol solitario se vuelve bosque, 
el río se vuelve mar, 
la nube se vuelve lluvia, 
y la semilla se transforma en cosecha.
Entonces la vida cambia 
la muerte por fin germina 
y la herida se convierte en flor.

Poema 2

Mi corazón no tiene grietas
tiene surcos
y en esos surcos
habita la vida.

Poema 3

Entierre mi cuerpo una, dos, tres veces 
y verá mi carne florecer.
Venga, entierre mi cuerpo, 
profane mis ilusiones, 
maldiga mis memorias, 
pero yo que soy palabra viviré.

Poema 4

He vuelto
desbordada por el amor de los abuelos, 
arropada por el calor de las abuelas.
Con semillas nuevas sembradas en mi pecho
 he vuelto. 

Poema 5

Sigo tejiendo las memorias de mis abuelas.
Sus dolores, sus tristezas, sus alegrías y añoranzas.
Mientras me envuelvo en sus cantos 
ellas llegan a mí a través del hilo en mi faja
       				           	 esa espiral del tiempo.

Poema 6: Ofrenda

Ofrendo mi nostalgia a través del fuego, el incienso y el pom.

Traigo también como ofrenda entre mis manos 
el frío y el olvido que ahora me envuelven.

Traigo como ofrenda mi dolor encarnado,
adornado con crisantemos amarillos y flor de llovizna.

Poema 7

Me veo en el espejo y veo el rostro de mi abuela: 
piel trigueña adornada con pecas en forma de estrellas,
cabellos largos y delgados que libres se pierden con el viento.

Le hablo,
implorando que me tome entre sus brazos,
que me acaricie la cabeza con ungüento de manzanilla y romero,
que me dé un beso en la frente con su boca llena de margaritas.

Veo a mi abuela en mí,
veo el cansancio evidente de su cuerpo en mis ojos solitarios 
y la blancura de sus cabellos en la sal que me rodea el cuerpo.

Me veo en el espejo y veo el rostro de mi abuela.

Poema 8: Umbrales 

Y en mis delirios invoco al fuego
a su calor cercenante 
-presencia bendita-
para ofrendar con el humo mis últimos latidos
mi corazón que revolotea. 

Agonizando, 
tendida sobre este petate 
veo a mi alma huir,
abandonar mis cenizas.

Ante la urgencia de la vida,
ante la urgencia del amor,
ante la urgencia de la muerte,
invoco al crujir de las brasas.
Con el fuego besando mi carne
bajo el amparo de mi abuela
me abandono a la ternura
y a la caricia que quema. 

Poema 9: Rogativa de la lluvia
 
Voy de un lado a otro 
intentando captar del beso de la neblina 
el agua que moje mi pecho 
y humedezca mi tierra en sequía.

Vengo,
prendo incienso, 
enciendo velitas de colores,
elevo mi oración.

Envío con el viento 
una plegaria adornada con fe, 
pongo flores y pido al cielo nuboso que me bendiga con agua
agua para quitarme la sed.

Voy,
ofrendo a las cuatro esquinas del universo 
una rogativa por la lluvia, 
pido clemencia ante la sequía 
que invade mi tierra y mi pecho,
que mata mi siembra.

Vengo, 
caminando con flores entre las manos
las ofrendo prometiendo de mi cosecha 
el grano más fuerte
la semilla bendita.

Elevo mis plegarias
porque esta es mi rogativa de fe 
mi rogativa de lluvia 
para que en este pecho desierto
nunca falte una cosecha

Poema 10

Sabré ser camino, 
sabre ser campo,
sabre ser tierra,
sabré ser fuego,
sabre ser viento. 
Y sabrá mí alma de despedidas
yo que soy agua
yo que soy río.

Poema 11

Soy mi madre,
soy mis hermanas,
soy mis abuelas.
Me encuentro en ellas
porque ellas están tejidas en mí
y yo estoy tejida en ellas.

Soy fibra del hilo que borda
las flores de nuestro güipil,
que da el calor a nuestro tapado,
que resguarda con colores nuestra historia.

Soy pieza del telar que construye
el lienzo que porta el firmamento.
Soy entramado de secretos y sueños ocultos en el cielo.
Soy el enredo y desenredo
del llanto atorado en la garganta del huracán.
Soy fuerza en el grito sonoro
parido desde el desconsuelo
y el coraje añejado por el aguardiente.

Soy ellas,
somos todas,
soy en ellas
y ellas son en mí.

Somos al final de cada día 
fuegos que no cesan,
que alumbran caminos,
que queman espinas
y purifican la tierra.

Defendemos la vida,
dignificamos la lucha,
es nuestro grito la voz que rompe la calma
que atraviesa el tiempo.

Conservamos en la piel
la ternura del barro,
llevamos en el cabello
la sabiduría de la noche
y la alegría del día.
Es nuestro cuerpo el bosque de donde emerge el agua
y nuestro pecho el lugar silente donde danza el viento.
Es nuestro cuerpo el primer territorio de defensa.

Transitamos con el tiempo,
somos memorias construidas
a pesar de la imposición del olvido.
Somos historias tejidas
que van desde las raíces de la milpa
hasta las extremidades del rayo
y que sobreviven
a pesar de la urgencia por borrarnos.

Existimos y resistimos
porque somos hijas
de las cenizas del primer fuego
donde ellas (las primeras abuelas) ofrendaron la vida.

Obdulia Mariela Tax Ajtún, Salcajá, Quetzaltenango, Guatemala 1991. Mujer maya k’iche’. Educadora popular. Algunos de sus poemas han sido incluidos en la Antología Poetas de Quetzaltenango, Sión Editorial, 2021; en la fanzine Chonchón, Lebú, Chile, 2021; en la fanzine Chiapaneca Yomarán Jayatzame, Mujeres Poetas de Xelajú, 2022; publicada en: Salir del engaño ¿200 años? ¡Nada que celebrar! y Lienzo de Fuegos, Parutz’ Editorial, 2021. Su poesía también integra la segunda temporada de la novela Amanda López, Editorial Semilla Creativa, Buenos Aires Argentina, 2021. Está incluida en la Antología inclusiva escrita en Braille y audiolibro publicada por el Ministerio de Cultura y Deportes y el Ministerio de Educación, 2022; ha publicado su primer libro de poesía Entre los brazos de la neblina, Parutz’ Editorial, 2023. Ha participado en diversas lecturas de poesía, festivales artísticos y en los Festivales Internacionales de Poesía de Quetzaltenango, Aguacatán y Amada Libertad, El Salvador.

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